GUILLERMO CABRERA INFANTE
(1929-2005)Escritor cubano. Nació en Gibara, provincia de Oriente. En 1941 emigró a La Habana con sus padres y seis años después comenzó a escribir. Fundó la Cinemateca de Cuba y fue agregado cultural en Bélgica, pero en 1965, al año siguiente de ganar el Premio Biblioteca Breve, rompió con el régimen de Fidel Castro y terminó instalándose en Londres, ciudad en la que residió hasta su muerte. Así en la paz como en la guerra (1960) fue su primer volumen de relatos. La novela Tres tristes tigres (1967) le confirmó como uno de los narradores en español más importantes del siglo. La Habana, el habla y el mundo cubano constituyen la obsesión reiterada de Cabrera Infante en esta novela y en toda su obra. Destacan entre los libros posteriores La Habana para un infante difunto (1979), en gran medida autobiográfica; O (1975) y Exorcismos de esti(l)o (1976), obras de carácter experimental, y Holy Smoke (1985), escrita en inglés. De su pasión por el cine dan muestras los libros Un oficio del siglo XX (1963) y Arcadia todas las noches (1978).
Ella cantaba Boleros (fragmento)
" Y sin música, quiero decir sin orquesta, sin acompañante, comenzó a cantar una canción desconocida, nueva, que salía de su pecho, de sus dos enormes tetas, de su barriga de barril, de aquel cuerpo monstruoso, y apenas me dejó acordarme del cuento de la ballena que cantó en la ópera, porque ponía algo más que el falso, azucarado, sentimental fingido sentimiento de la canción, nada de la bobería amelcochada, del sentimiento comercialmente fabricado del feeling, sino verdadero sentimiento y su voz salía suave, pastosa, líquida, con aceite ahora, una voz coloidal que fluía de todo su cuerpo como el plasma de su voz y de pronto me estremecí. "
La voz de la tortuga, de Todo está hecho con espejos (fragmento)
" Cómo el otro muchacho logró arrastrar a la pareja las ocho leguas que lo separaban del pueblo es tan extraordinario como la tragedia que motivó esta hazaña. Llegó por fin después del mediodía en medio de la indiferencia de siempre. Pero, como en todos los pueblos, la extraordinaria presencia congregó enseguida un público demasiado asombrado para reaccionar ante el horror de inmediato. Podía parecer una feria. Pero entre los últimos que acudieron, estaba la pretendida novia por un día cuyo horror tuvo un límite. Claro que reconoció enseguida a su novio. Lo que no vio es que ahora, ante la algarabía, había entreabierto él los ojos. Nadie lo vio porque en ese momento la caguama, que, como todas las tortugas, era inmortal, exhaló una especie de alarido que no pareció salir de la boca de la bestia sino de entre los labios abiertos de la novia ante su pretendiente. El muchacho, todavía sobre la tortuga, cerró los ojos y por un momento creyó que soñaba con su noche nupcial. "
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1 comentario:
Admiro a este holguinero jibareño. Larga vida a su obra: algún día Cuba le reconocerá. Salvador Lemis.
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