La Llave de la Felicidad

por ASHA MIRÓ
Por la fiesta del Diwali, parece como si a mi tierra se le prohibiese al sol ponerse y fuera de día las 24 horas. La gente decora las casas con farolillos de mil colores, guirnaldas y retahílas de flores, niños y niñas corriendo y revoloteando de alegría. Las casas se llenan de velas de mil colores, de carcajadas estrepitosas, de gritos de alegría, y por los cielos saltan chispas de los fuegos artificiales.
Hace unos años, en un día de fiesta como éste, mis padres compartieron la cena con toda la familia. La casa se llenó de parientes. Las mujeres se enseñaban sus saris nuevos mientras los hombres hablaban del campo o del trabajo. Cenaron todos juntos, las mujeres sentadas sobre alfombras de colores llamativos y los hombres repartidos por el resto del comedor. Después de cenar había la costumbre de ir de casa en casa, saludando y deseando un feliz Diwali a todos nuestros vecinos.

Poco a poco los mayores se marcharon y al final sólo nos quedamos los más pequeños con la gran abuela. Y digo grande porque siempre la he visto igual: con un sari de preciosos colores que cubría su cuerpo esquelético y con su mirada profunda, para no perderse ningún detalle de las cosas que pasaban. Era mayor y sabia.

Salimos todos al patio, rodeamos el rangoli que aquella misma mañana había dibujado y colocamos guirnaldas de luz para darle un tono festivo. El rangoli se convirtió en una estrella de colores llamativos que parecía querer elevarse hacia el cielo. Mis primos más pequeños se quedaron dormidos en mi regazo mientras cantábamos y reíamos. Bajo el cielo estrellado respirábamos profundamente como si siguiésemos los latidos de la maravillosa tierra que nos rodeaba. ¡Era demasiado bonito para que fuera realidad! Entonces pasó algo mágico: la abuela empezó a hablar con una voz que no parecía la suya. Era cálida pero contundente. Nos explicó que cuando estaba sentada bajo un cielo tan bonito siempre recordaba un cuento muy antiguo que le habían explicado de pequeña. Y empezó a narrarnos la historia:

«Dice una leyenda muy antigua que el Dios de los dioses se sentía muy solo en el Universo infinito y pensó que le iría muy bien tener compañía. Inspirado, creó unas criaturas y les insufló la vida con su aliento. Éstas fueron creciendo y multiplicándose hasta encontrar la Llave de la Felicidad. Siguieron su camino y se fueron transformando y avanzando hacia la esencia divina, llegando a formar parte de ella.

El Dios de los dioses volvió a sentir la soledad y una gran tristeza le inundó de nuevo. Reflexionó y meditó hasta que, un buen día, pensó que había llegado el momento de crear nuevamente, pero esta vez quería moldear y dar vida a un ser humano. El único miedo que tuvo fue que éste también descubriera la Llave de la Felicidad y encontrara el camino hacia Él, para acabar convirtiéndose en divinidad.

¿Dónde podría guardar la llave para que el hombre y la mujer no la encontraran nunca? Se propuso buscar el escondite más secreto. Pero una vocecita le decía en su interior que el hombre y la mujer acabarían sumergiéndose en el más profundo de los océanos, y que tampoco estaría segura en ninguna de las cuevas entre las nieves perpetuas del Himalaya, que antes o después la encontrarían. Ni siquiera estaría segura en un remotísimo confín del espacio, porque un día el hombre exploraría el Universo.

Un día, al despuntar los primeros rayos del sol, al Dios de los dioses se le ocurrió que el único lugar donde el hombre no buscaría la llave de la felicidad sería dentro sí mismo: dentro de su propia alma. Entonces, con total sabiduría y conciencia,creó al hombre y a la mujer, colocando en su interior la Llave de la Felicidad».

Cuando la gran abuela acabó el relato, un gran silencio llenó toda la tierra, y nos dijo: «Os he explicado esta historia para que de ahora en adelante sepáis valorar lo que realmente es importante en la vida».

Pienso que detrás de este pequeño cuento se esconde el secreto de la vida. No hay riqueza material en la Tierra que pueda llenar de felicidad al hombre y a la mujer. Ningún tesoro, ni diamantes, ni joyas, pueden dar sentido a nuestra vida. Lo material desaparece y queda en nada. Cuando esto ocurre, el hombre y la mujer sienten una gran pena en su alma. Es cuando sentimos este dolor que somos capaces de buscar aquello que es real. Entonces nos daremos cuenta que la Llave de la Felicidad está en nuestro interior. Y que con ella se abre la puerta que dará sentido a nuestra vida.

Si aprendemos a mirar dentro de nosotros mismos, seremos capaces de mirar a nuestro alrededor con otros ojos: valoraremos profundamente toda la naturaleza, a todos los animales, grandes y pequeños, y a todas las personas que habitan nuestro mundo. Entonces el hombre y la mujer sabrán qué son y por qué les toca vivir, comprendiendo su papel en la Tierra y que estar en unión con el Universo les proporciona el don de poder crecer en armonía con la naturaleza y con el mundo donde viven. Para llegar, poco a poco, a la plena felicidad.

Fragmento de 'Los Rangolis de mi Tierra II ', de Asha Miró, Ed. Mtm, a la venta en febrero de 2010

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